Sala de espera.



Ser paciente de una enfermedad como el cáncer transforma la vida cotidiana, y lugares que antes pasaban desapercibidos se convierten en el nuevo hogar. El Hospital del ISSSTE se convirtió en el lugar donde paso más tiempo después de mi amado sillón en mi casa y aunque durante algunos periodos del tratamiento senti una verdadera aversión al lugar, ahora puedo reconocer que he vivido experiencias muy bonitas ahí. 

La sala de espera del área oncológica, alguna vez lo dije, se siente como la admisión a un club. Los de afuera nos ven como raros, con caras tristes e incluso con temor, o acaso solo fuera yo quien los veía asi antes, pero al ser yo la nueva en esa sala, escuchando las pláticas animadas, me sentía renuente a compartir mi diagnóstico, incluso si hubiera podido, habría cerrado mis oídos a sus conversaciones y preguntas.

Pero pronto me di cuenta que las personas se hermanaban de cierta manera ahí, que solo quien se sienta en el lugar del paciente oncológico sabe lo que duelen los piquetes, el azote de las quimios, el sinsabor y miedo del diagnóstico, el temor ante cada consulta. Entonces me uní al club, y ahi en esa y las muchas salas que he visitado en el último año he conocido a personas extraordinarias, he recibido ánimo, consejos, tips, y sobre todo he escuchado historias de vida enriquecedoras. 

He tomado la iniciativa de hacer un pequeño grupo, de participar en esa nueva comunidad, para darle un sentido distinto al de solo sentirnos enfermos, sino de acompañarnos en el reto de recuperar nuestra salud, y dentro de ese grupo hemos ido comunicándonos mejor y compartido nuestras dudas y retos, y el darnos los buenos dias, compartir una buena energía ha sido para mi una gran ayuda en mi dia a dia. 

Ojalá esas salitas sean el lugar donde la semilla de la amistad nazca y podamos seguir acompañándonos, más allá de nuestro diagnóstico y pronóstico. 



Comentarios

Entradas populares