Isela Alejandra: a butterfly history.


En el verano, cuando empecé con los ires y venires de consultas, estudios y demás, al regresar a casa, aturdida por la negación de estar viviendo ésta enfermedad, me llegué a topar con alguna mariposa, amarilla, y como es de esperarse, me reconfortaba mucho verla, sentir el mundo vivo, vibrante, y yo en él. Verla me cambiaba el ánimo. 

Cuando sucedió una tercera o cuarta vez lo advertí como un signo, a pesar de que, lo sé, era temporada de mariposas, y aunque escasas aún pasan por nuestra árida ciudad, sin embargo, yo tenía años sin salir de casa, asi que aunque fuera por razones trágicas, el verme de nuevo en el mundo tuvo su lado dulce.Sin buscarlas aparecían, siempre en soledad, dejándome verlas con atención, difrutar su gracia y vuelo, su hermosa vivacidad  me infundía de valor para volar también, para seguir viviendo, iban iluminándome, en mi interior.

Luego, en medio de mis delirios durante las quimios "rojas" empecé a tener muchos recuerdos de adolescencia y recordé una tarde en que sola, en mi habitación, con todas las ganas de convertirme en una bruja de verdad, realicé un ritual para visualizar mi tótem, mi animal sagrado, en el cual mi espíritu se recargaría o inspiraría, quien o quienes me acompañarían en mis tránsitos espirituales, pero, en medio de esa meditación sentí un viento terrible, que me sacudía hasta adentro, lo sentía en los huesos, en las cavidades, y tuve mucho miedo, así que desandé el camino y recogí mi humilde ritual y me olvidé de eso, por más de dos décadas...

Los efectos secundarios que viví después de las quimioterapias iniciales fueron devastadores, fueron tres meses en los que me tomaba tres semanas recuperarme de las infusiones, en las que vivía por lo menos una en el mareo, entre el delirio y la pesadilla. En una de esas noches interminables, en que meditaba para poder recuperar el espíritu y dormir, soñé con esa tarde, pero en mi sueño enfrentaba el viento, y lo sentía de nuevo, un viento huracanado que surgía en los intestinos, venteaba los órganos, daba vueltas por las vértebras y costillas, me sacudía las extremidades, y finalmente me borraba todas las ideas e imágenes en mi mente, sólo asimilaba hojas, agua, polvo, viento....

Y por ahí comencé a vislumbrar una mariposa, provocando el caos ventoso, aleteando con sus alas inmensas, y con cada aleteo me sentía refrescada, temerosa si, pero con mis ojos interiores la veía cada vez más claramente hasta que me elevé yo misma, mi cuerpo, en mi imaginación adquirió algunas alas que no vi, pero sentía la libertad del vuelo, y me elevaba y podía sentir la frescura de los árboles, la dulzura de las flores, el gozo de la lluvia, la música del sol de primavera...

Con el paso de los dias, comprendí lo que mi mente me decía, la mariposa es el signo más claro de la transformación, de pasar de un estado a otro completamente distinto, con capacidades diferentes en cada etapa y convertirse en un ser completo, al final de éstas. Pude entender que me encontraba, después de ser una graciosa oruga durante mi juventud, acomodada en mi crisálida por tanto tiempo, que sólo el cáncer me hizo desprenderme de esa cáscara seca con la que me vestí durante años y que realmente no era yo, era una Isela con miedo, con culpa, complaciente, sin voz ni risa, que sólo vivía por que tenia seres a su cargo, pero que aunque los amara tanto, no podía amarlos en la libertad de poder ser quien es, por que muchas cosas me limitaban de ser quien soy, me daba vergüenza ser alguien sensible, ser alguien que llora o rie intensamente, que ama apasionadamente, que habla con descaro y sin temor a ser criticada, observada, Yo era sólo mi jueza, todo el dia evaluándome desde los ojos de los demás, llena de vergüenza por mi inseguridad, por mis incapacidades, por haber estado deprimida, por dejarme pisotear tantas veces, por no poder ser la madre y persona que realmente quería ser. 

Entonces comprendí que era tiempo de ser mariposa, de ser bella, aunque eso me costara mi salud por un tiempo, aunque me costara mutilaciones, iba a transformarse mi cuerpo, si, quizá para nada convencionalmente, pero dejaría de ser una oruga en una pupa rancia, y aunque mi cuerpo fuera deforme a los ojos de todos, de mi misma, mi alma alzaría finalmente sus alas, para, por fin, emprender su vuelo. 

Las mariposas han seguido aparenciendo, aunque ya estamos en invierno. Hace poco fui al parque central, y justo en el momento en que la duda me asaltaba, que de nuevo pensaba ¿cómo terminará ésto? vi una pequeña hoja en forma de corazón, si acaso de unos tres centímetros, y al levantarla vi una mariposa pequeña, nada de mariposas monarcas, sino una mariposa amarilla de belleza sencilla y delicada, voló, la seguí por un rato, y me sentí totalmente reconfortada por su respuesta: "todo va bien". 

El otro dia en la casa de mi mamá, ya casi por entrar el invierno, miraba por la ventana, pensando "quizá este año mis hijos lo recuerden bien, si acaso sea el año que tuve cáncer, o el último mejor año de nuestras vidas juntos", por que pensamientos así me asaltan de cuando en cuando, y de repente vi sobre las hortensias un breve aleteo, nuevamente era una mariposa amarilla, que me repitió: "todo va bien". 

Y ésta es la historia de como me reencontré con la esencia de quien soy, de como he aceptado la metáfora que la vida me narra, para asumir mi propia transformación y comprender que el vuelo no será necesariamente doloroso. 


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