Frankenstein

-Nada es más doloroso para la mente humana que un cambio grande y repentino. 

Mary W. Shelley


     El proceso por el que ataviesa el paciente oncológico está lleno de duelos y transformaciones. Desde el momento en que uno acude al médico, si es por alguna anomalía en el cuerpo o ya sea algo descubierto por mera casualidad, empieza una serie de eventos muy precipitados y difíciles de asimilar. 

Yo apenas estoy con la perspectiva de un par de meses desde el diagnóstico, y desde esa tarde en que me perdí en un sinfin de dudas, dolores, miedos y pensamientos nada luminosos, en una sucesión de momentos complejos.

Biopsias, cirugia, quimioterapia. Tres palabras que me han llevado a vivir varios duelos. Por mi seno, que al ser parte de mi cuerpo se sintió como mutilación, como pérdida y que a pesar de mi inicial visión y empeño en ser positiva, finalmente terminó siendo un dolor, una ausencia, y ha llevado su proceso. Al inicio me incliné por ser asimétrica, por llevar mi cicatriz sin dolor, pero varios factores, como mi postura, la desazón cada vez que me vestía, la incomodidad de las miradas, me hizo repensar y ahora uso de vez en cuando una prótesis mamaria, que me permite olvidarme del asunto y vivir mi vida lo más ¨normal¨ posible. 

Luego siguió el cabello. Otro duelo, otra pérdida, otra despedida. Pensé que sería lo más fácil del proceso, pues yo nunca he sido muy afecta a la cabellera larga ni menos peinada, pero definitivamente verme al espejo sin cabello hizo más real la enfermedad, y con ello vino un sentimiento de vulnerabilidad que sólo en momentos muy oscuros de mi historia había sentido. 

Me han afectado muchos comentarios sobre el cabello, hubiera querido que no, pero lo escribo no para evidenciar que a veces las personas que nos rodean suponen que somos lo suficientemente fuertes, positivos o que nos sirve el verlo con humor, aunque también es una buena reflexión, sino por que intento describir con la mayor honestidad lo que ha sido éste proceso, para quienes vengan a buscar un reflejo de sus sentimientos.

Algunos de esos comentarios han sido que si no me da vergüenza estar ¨pelona¨(me lo dijo una persona adulta), mis propios niños han renegado mucho de mi aspecto, no se resignan a verme tan distinta a quien era, no les parece normal, natural ni bueno, y ha sido un reto no ponerme a llorar cada vez que me rechazan o hablan del asunto, por que lo que menos quiero es no parecerme a la mamá que tanto quieren y de quien se sentían tan afectos. Mi familia me ha dicho si me sentiría mejor si ellos también se quitaran el cabello, y aunque he visto muchos testimonios en que esa solidaridad es estremecedora y conmovedora, a mi personalmente no me gustaría que mi familia lo hiciera, a menos que fuera para donar el cabello, por que sencillamente el estigma de ser calvo por el cáncer es real y es duro. 

La gente o te ve con compasión, empatía o lástima, y aunque a veces es bonito sentirse arropado, la mayor parte del tiempo el que los demás nos asuman débiles o permanentemente necesitados nos hace sentirnos precisamente asi.  Y quizá no sea del todo malo, pero a mi especialmente, no me agrada sentirme así y aunque estoy tratando de procesar el aprendizaje que conlleva el sentirse vulnerable y aceptar el hecho de que estoy enferma considero que es mejor dejarle a uno vivir el duelo sin pensar en la cabellera de los demás. 

Se van sumando nuevos duelos, como las cejas y pestañas, y no es que una en si le llore a esos pelos, sino al aspecto que le dan a uno, a la identidad de ser quienes somos y que en medio de este proceso de enfermedad y sanación, nos perdemos por momentos, el no reconocerse en el espejo o ver a una persona a todas leguas enferma es dificilisimo, por supuesto hay dias en que me levanto con el ánimo en el cielo, en que me echo todas las porras, por supuesto que los hay y son los más, en que no me dejo derrotar por mi versión calva, sino que juego con ella, en que sé que no es permantente, que trato de ser buena y amable conmigo misma, trato de abrazarme y decirme sin parar que ´todo va a estar bien´ que sanaré y recuperaré o transformaré mi aspecto físico y también mi espiritú y personalidad se verá renovada. 

Me lo repito y me convenzo. Pero entre tanto, hay dias en que la transformación de mi cuerpo me hace sentirme una versión de Frankenstein, un cuerpo sacado de la muerte, revivido, imperfecto, asimétrico y con muchos aspectos de muerto viviente. Pero claro, eso es un momento, en que la mente me juega sus juegos siniestros, mis pasos no suelen ir tanto por ahi, mas no quiero negarlos o esconderlos, por que este proceso asi es, lleno de triunfos y recovecos oscuros, dolorosos y torcidos. 

Y entre tanto, apesar de los dias que me siento desarmada, sé que sigo avanzando, hacia mi meta, que es sobrevivir. 















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